Harry Potter y yo

Detesto a Harry Potter. Es aburrido, sus personajes son tontos, las situaciones carecen de sentido, el contenido substancial como sustituto de literatura infantil es nulo, el estilo de la obra en general refleja el origen callejero de la escritora clichista.

Cuando digo que no me gusta Harry Potter, no estoy siendo pretencionso, simplemente tengo un gusto literario más refinado. Así van las cosas: Te juzgo, juzgame.

El gusto literario y Harry Potter solo son la punta del témpano. Podríamos platicar de ropa, autos, o su bebida preferida en un cafecito (ó si eres o no el tipo de persona que va a un cafecito o a Starbucks). Platiquemos sobre música, uno de los temas más intelectualmente cargados de la historia entre escolapios socialmente ansiosos. Con el mayor esfuerzo adquiere un gusto por las bandas más obscuras sin que parezca que lo intentas demasiado. El «estado de tu alma» está en juego con tus comentarios.

No pretendan que no juzgan, cada vez que digo que no me gusta Harry Potter lanzan sus acusaciones de falto de imaginación, pretencioso, elitista, bla bla. ¿A qué misántropo puede no gustarle la magia y hechicería?

¿Pretencioso? Pues si, de que otra forma puedo canalizar mi agresión innata y mis necesidades competitivas. Debemos pararnos firmes y racionalizar nuestra postura en sociedad. Un poco de snobismo es relativamente inofensivo.

Yo me quedo con mi snobismo ante una sociedad llena de jóvenes disfrazados de maguitos y brujitas con sus baritas de plástico formados en la calle del centro comercial esperando ansiosamente ver una película a media noche.